Traducción del post de Peter Fleischer 20130502
La bicentenaria evolución de la fotografía ha empujado constantemente las
fronteras de la privacidad. En cada paso de su evolución, fotografiar el mundo
ha sido más fácil, más rápido, más móvil, más omnipresente, más sistemático, y
a veces más furtivo. Y paralelamente, la tecnología ha evolucionado
constantemente, para hacer más fácil el almacenar, compartir, etiquetar,
identificar y analizar fotografías a gran escala. Durante la evolución de la fotografía
la privacidad siempre ha dependido de las normas de etiqueta sociales para
regular lo que la gente puede o no puede fotografiar, y debe o no debe
compartir.
Algunos sitios, como mi club de natación, hace mucho que tienen normas prohibiendo
fotografiar. Pero todas las normas del mundo apenas lograrán nada a menos que
cada persona ejerza autocontrol en lo que elige fotografiar o no, y lo que
elige compartir o no con otras personas.
Este proceso lleva en marcha mucho tiempo, y proseguirá. En el futuro
cercano, podrán los individuos bloguear fotos o videos de todo y de cuantos
vean? La tecnología lo permitirá. Algunos estarán encantados
con eso. Así que, una vez más, la cuestión será cómo evolucione la etiqueta social
en paralelo a las evoluciones tecnológicas.
Desde el punto de vista de la Privacidad, por lo general procuramos obtener
el consentimiento de los titulares de los datos para legitimar la recopilación
de datos. Pero ¿qué pasa con la gente que casualmente se fotografía en lugares
públicos? En la práctica no es posible obtener su consentimiento para
fotografiarles. Vivimos en un mundo con literalmente miles de millones de
personas que llevan cámaras, incorporadas en pequeños dispositivos, con
conexiones instantáneas a Internet. Nuestro mundo se está volviendo más
transparente. Haz los números: miles de millones de personas, todas tirando
miles (o algún día, millones) de fotos.
Uno puede debatir, y en cierta medida regular, la recopilación de fotos por
grandes entidades, como gobiernos y empresas, usando drones o cámaras de
vigilancia, pero no se puede controlar lo que miles de millones de seres
humanos libres van a fotografiar y compartir. Con el tiempo, los gobiernos y
las empresas intentarán ingeniárselas para poder analizar para sus propios
propósitos estas montañas de fotos generadas por las masas de gente.
Como siempre, las expectativas de privacidad son en gran parte... culturales.
La tecnología continuará evolucionando. Las expectativas de privacidad a veces
colisionarán con la tecnología, y cada una de ellas influenciará a la otra. A
veces la tecnología estará sólo unos pocos años por delante del consenso social
evolucionando para aceptarla. Otras veces estará una generación por delante.
Nos estamos moviendo rápidamente desde un mundo en el que se publican en
internet miles de millones de fotos, a un mundo de billones. La tecnología
proseguirá su ineludible e impredecible lógica.
Como humanos, hemos aprendido que es grosero fisgar. Esa es una convención
social super-sutíl, dependiente del contexto y que evoluciona. No puedes
(todavía) enseñar a una máquina a saber cuándo es grosero fisgar, o cuando es
grosero fotografiar el momento privado de una persona en un lugar público. Pero
sí que puedes enseñárselo a los seres humanos.
¡Sonríe!, mientras piensas en los 5 mil millones de humanos que andarán por
el mundo fotografiándolo todo y a todos cuantos ven.
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